3-31-08, 11:30 am
Mientras más se profundiza la crisis y mientras reconozca el candidato republicano a la presidencia, el senador John McCain de Arizona, que “no sabe mucho sobre la economía,” los votantes, especialmente los de clase trabajadora, buscan un cambio de la política y del liderazgo estilo Bush para dirigirse de manera real a las cuestiones económicas.
“Para la gente trabajadora, la tendencia a largo plazo en EEUU ha sido hacia más desigualdad de salarios, menos seguridad en el trabajo, menos pensiones, y menos personas con cuidado de salud. Todas estas tendencias de largo plazo se agravan por la crisis económica que afecta al país,” dice Art Perlo, presidente del Comité de Economía del Partido Comunista en una entrevista reciente con Political Affairs.
Añade Perlo que los trabajadores jamás han recobrado terreno desde la recesión de 2001, a pesar de las declaraciones de los medios informativos corporativos y del gobierno, de que la crisis se limitaba a ese año. Los medios corporativos vieron al regreso de mayores ganancias corporativas como el comienzo del fin de la crisis, “pero para muchos trabajadores, no hay fin a la crisis. Seguían perdiéndose trabajos hasta 2003, y aun cuando comenzaron a volver los trabajos, fue a paso relativamente lento como para pronunciar fin a la crisis,” dijo Perlo.
En realidad, la recesión de 2001 formaba parte de una reestructuración a profundidad de la economía norteamericana que había procedido desde hace rato y que seguía en marcha luego de la recesión de 2001. Subraya Perlo a la pérdida de más de 3 millones de trabajos de fábrica antes de la crisis de 2001, y de otro millón de trabajos, más o menos, desde esa fecha, así como a los profundos recortes salariales en los contratos laborales de la industria del automóvil en 2007 como índices claves de la suerte de la industria manufacturera norteamericana.
“La industria de fabricación ha perdido trabajos durante 19 meses consecutivos. Desde 1998, se ha perdido uno de cada cinco trabajos de fábrica, o es decir, casi 4 millones de empleos. El fin de la recesión del 2001 (por lo que valga como fin) fue el primer fin de una crisis en toda la historia norteamericana durante el cual el número absoluto de trabajos en la industria de fabricación iba en realidad en declive,” enfatiza Perlo.
“También ha existido otra tendencia constante, aun con el fin de la crisis, a la pérdida de trabajos buenos con salarios más altos, que han sido reemplazados por trabajos mal pagados,” añade Perlo. “Esto lo hemos visto últimamente en los contratos laborales de la industria del auto, en donde trabajos que pagaban $30 la hora están siendo reemplazados por trabajos que pagan $15 la hora por el mismo trabajo”.
Los índices de recesión económica habían sido bastante fuertes durante casi todo el año pasado, argumentó Perlo. Antes de lo que fue para los medios corporativos una pérdida sorprendente de 17.000 empleos en enero de 2008, el crecimiento de trabajos ya había sido muy débil. “Para la primera mitad de 2007 había un aumento de 107.000 empleos cada mes,” anota Perlo, añadiendo que “Puede parecer no tan malo eso, pero necesitamos entre 140.000 y 150.000 empleos por mes nada más para mantenernos al tanto con la demanda de trabajos nuevos”.
Durante la segunda mitad del año cayó el crecimiento de empleos aun más, a un promedio de 82.000 por mes. Junto con alzas abruptas de los índices de precios al consumidor, la medida clave de tazas inflacionarias, y un declive de más o menos un dos por ciento en los salarios de los trabajadores durante el año, llevó 2007 momentos duros para la mayoría de las familias trabajadoras, dijo Perlo.
Por encima de estas ya malas noticias cayó la crisis siempre más grave de la vivienda, a la cual, como sugiere Perlo, aun no hay fin a la vista. Una indicación fuerte de que la crisis de la vivienda seguirá haciendo olas por toda la economía durante algún tiempo si no hay ninguna intervención externa es la de que perdió 240.000 trabajos la industria de construcción de viviendas durante el año 2007 nada más. Aunque en 2007 la construcción de casas nuevas fue solamente la mitad de lo que fue en 2006, hasta el momento se han recortado menos del 10 por ciento de los trabajos de construcción residenciales.
“Así es que, mientras que se construya solamente la mitad de lo que se construía antes,” subraya Perlo, “todavía mantienen el 90 por ciento de su fuerza de trabajo que tenían para el año pasado. Significa eso que todavía están por llegar cantidades gigantescas de descansos en la industria constructora”. Eso sin hablar de los miles de descansos que esperan realizarse en la industria bancaria e hipotecaria.
Para muchas familias, sin intervención del gobierno no hay salida más que la ejecución hipotecaria (que proceden ahora al ritmo de más de un millón al año), bancarrota y desalojo. “Más allá de la gente que ya perdió sus hogares, hay millones más que deben muchísimo más por sus casas que el valor verdadero de las mismas. Muchas de esas familias se encuentran atrapadas de verdad,” declaró Perlo. “Trabajan dos o tres turnos, todo para completar los abonos de la casa. Ni la pueden vender, porque en el mercado actual vale la casa menos de lo que todavía deben al banco. Al venderse la casa y entregarse todo el dinero al banco, todavía saldrían debiendo más dinero al banco”.
Indica Perlo que esta crisis les ha afectado de manera desproporcionada a los propietarios afronorteamericanos y latinos, pero también a las comunidades inmigrantes y a la juventud de clase trabajadora, cuyas opciones para el futuro vuelven cada vez más desalentadoras. “A la juventud les resullta especialmente difícil. Si es que alcanzan ir a la universidad, egresan endrogados con tremenda deuda. En algunas de nuestras ciudades la mayor parte de la juventud ni siquiera termina al high school. En efecto, se han transformado a las escuelas en almacenes de paso, lugares en donde pasan el rato los niños y las niñas en camino hacia un injusto encarcelamiento”.
Dice Perlo que como resultado de esta situación hay una creciente presión sobre los gobiernos locales y estatales a dirigirse a problemas crecientes como son los de los desocupados y destechados. Grandes recortes a la ayuda federal a los estados han impactado a su capacidad por manejar eficazmente a estos problemas, además de otras necesidades importantes, entre ellas la educación pública, el cuidado de salud, la seguridad pública y el transporte colectivo, dice Perlo. “Ya podemos ver a los gobiernos locales enfrentándose tanto a pérdidas en recaudaciones de impuestos prediales que a gastos adicionales por patrullar a propiedades abandonados o vacíos por ejecución hipotecaria,” dice.
En este momento la gravedad de la crisis y su riesgo de empeoramiento de un momento a otro mantienen a Wall Street en un estado de pánico, dice Perlo. Pregunta Business Week, en un reporte especial sobre la economía: “¿Cómo es que se pusieron las condiciones tan turbulentas, tan de repente? Economistas, gerentes financieros, jefes de empresas y reguladores buscan indicios”.Tuvo esto que decir la revista alemana Der Spiegel, reportando sobre un foro económico en Davos (reunión mundial de los meros meros de comercio y finanzas): “Entre los bastidores en Davos, el sentido de desesperación es palpable entre los asistentes. Pocos tienen idea alguna de cómo proceder”.
“No recuerdo,” comenta Perlo, “ni siquiera en las recesiones anteriores, como la del 2001, tanto sentido de desesperación y pánico. No comprenden ellos lo que han creado con esa gigantesca superestructura parasítica en Wall Street, y porque no lo comprendieron, fueron agarrados de sorpresa por esta tremenda crisis de crédito”. Las advertencias emitiditas en el curso de los últimos años por economistas progresistas, de que exigían los problemas del desempleo y las hipotecas de alto riesgo una atención urgente no fueron escuchadas, y ahora, irónicamente, los capitalistas y los medios de información pro-empresariales andan preguntándose sobre qué estará pasando. Añade Perlo, “Los medios comerciales reflejan a lo que le pasa al comercio.” Pocas veces toman en serio el impacto que tienen los problemas económicos sobre los trabajadores.
Pero, comenta Perlo, existen medidas inmediatas que pueden tomarse para aliviar el dolor. Mientras nadie rechazará un cheque de $300 o $600 del gobierno, la base del paquete de estímulo económico de $160 miles de millones que acaba de ser aprobado por el presidente Bush, ese “paquete de estímulos es una cochinada,” declara Perlo.
“Y eso es el punto de vista de gran parte del movimiento sindical, de los economistas progresistas y de los activistas sociales,” dice, “porque los víctimas más inmediatos de esta situación son los desocupados, la gente que nunca pudieron encontrar trabajo, la gente que ni puede salir a buscar trabajo porque no alcanzan a pagar $3,25 el galón para llenar sus tanques de gasolina—eso, si es que tienen carro”. La mayor parte de la gente ha indicado de antemano que piensa usar el dinero no para hacer compras de consumidor pero más bien para liquidar cuentas pendientes que se les amontona.
Enumera Perlo a seis medidas importantes que hay que tomar ahora para evitar al peor impacto de la crisis y para prestarles cierta ayuda a las familias trabajadoras. El gobierno federal debe extender beneficios de desempleo al creciente número de trabajadores desocupados a largo plazo, o a los que han estado sin trabajo durante más de seis meses. Los reglamentos federales actuales recortan beneficios de desempleo a los trabajadores desempleados a largo plazo. Actualmente, según datos del Instituto de Política Económica, organismo apoyado por el movimiento sindical, unos 1,4 millones de trabajadores han sido calificados como “desocupados a largo plazo,” una figura mayor que la del mes inmediatamente después de la recesión de 2001.
También recomienda Perlo ampliar la elegibilidad para los beneficios de desempleo. “Solo uno de cada tres trabajadores desocupados califica para recibir beneficios de desempleo,” dice. “Deben ser elegibles para los beneficios de desempleo todos los que andan sin trabajo y que quieren trabajar”.
Adicionalmente, deben ser aumentados los beneficios de cupones [“estampillas”] para alimentos.
El gobierno federal debe proporcionarles una ayuda financiera inmediata a los gobiernos estatales y locales para aliviar a sus crisis presupuestarias. “Cuando los estados se enfrentan a déficits en sus presupuestos,” dice Perlo, “se ven obligados a recortar a desembolsos esenciales en el justo momento cuando la gente y la economía más los necesitan”.
Una medida clave que apoya Perlo es el sujeto de un cabildeo intenso por parte del movimiento sindical: nueva inversión a la infraestructura nacional. Esta clase de estímulo económico tiene la ventaja tanto de crear trabajos como de mejor la entrega de servicios sociales. Aunque pueda tomar tiempo, por ejemplo, comenzar nuevos proyectos como mejoramientos a puentes y diques, contratarles a nuevos empleados en las escuelas y centros comunitarios, por ejemplo, se puede hacer de inmediato y puede parar bien rápidamente la pérdida de trabajos de la economía,” argumentó Perlo.
El último paso, y quizás el más importante que se puede tomar, “es una legislación por un moratorio indefinido a los desalojos por ejecución hipotecaria, y otras medidas que hagan posible que la gente se quede en sus hogares,” concluye Perlo. “Cada una de las cosas que menciono tiene doble beneficio: Primero, ayuda a la gente que más necesidad tiene, y segundo, estimula a la economía mucho más que un reembolso generalizado de impuestos, porque pondrá dinero en las manos de la gente que lo gastaría de inmediato”.