La lucha de los trabajadores migrantes mejicanos en EEUU

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6-25-07, 12:00 pm




Mi envolvimiento personal con trabajadores migrantes mexicanos comenzó en 1954 cuando mi familia se mudó a Tejas. Mi padre Luis García Tijerina, un sarjento del ejército jubilado, fue ofrecido un puesto de contratista laboral para los trabajadores mexicano-americanos migrantes y los braceros que venian a los Estados Unidos bajo el programa de “trabajadores temporales.” Cuando se traduce el término “bracero” al inglés significa un trabajador no calificado.

Los gobiernos mexicano y estadounidense, después de unas negociaciones breves, llegaron a unos acuerdos diplomáticos concluyentes que permitian que los trabajadores mexicanos trabajaran en los campos de remolacha de Stockton, California. Ese pequeño porcentaje de trabajadores mexicanos permitidos a ingresar a los Estados Unidos de Norteamérica gradualmente aumenta a miles de trabajadores. Los ferrocarriles estadounidenses comenzaron a utilizar a estos trabajadores para mantener a sus sistemas de vías. Este programa de trabajo temporal conocido como el programa de braceros comenzó oficialmente en 1942 y duró hasta el 1964.

Este programa tenia sus problemas. A cientos de trabajadores migrantes mexicanos le hicieron deducciones de su pago con la promesa de que iban a ser reembolsados cuando regresaran a México. Nunca recibieron los reembolsos. El Partido Revolucionario Institucional(PRI) y sus oficiales financieros corruptos no devolvieron estos dineros a los trabajadores que cruzaron la frontera con la noble intención de ganar suficiente como para poder mantener a sus familias. Les puedo decir, después de mis experiencias en los campos de Tejas con mi padre y mis tíos que estos trabajadores migrantes no querían quedarse en los Estados Unidos. Ellos amaban a su Patria y deseaban regresar a ella.

Los braceros mexicanos y los trabajadores mexicano-norteamericanos vivían miserablemente en los campos de trabajo que eran nada más que antiguos campos de prisioneros de guerra para soldados italianos y alemanes capturados durante la guerra. Puertas destartaladas colgaban de sus visagras desde el verano hasta el duro invierno de los campos de Tejas; las ventanas estaban rotas y llenas de mugre y hollín. El hollín venía de los hoyos en la tierra usados para cocinar sus comidas de frijoles o para hornear tortillas. Al entrar a muchos de los cuarteles deteriorados uno veia arpilleras y ropa que servian de camas para los trabajadores que dormian en los pesos de tierra o de madera destartalada.

Yo iba con mi padre los fines de semana, cuando no tenia clases, a recoger a centenares de estas personas; los metian en camionetas y los llevaban a los campos como a las 5:30 a.m., y muchos no regresaban a los cuarteles hasta casi medianoche. Ellos trabajaban como perros. Les pagaban a los trabajadores de 15 a 25 centavos por cada fanega de zanahorías, papas, o cebollas que recogian. No habia cuartel para estos trabajadores y no importaba si eran viejos, mujeres, hombres o niños. Eran bienes muebles (esclavos) para los terratenientes. Mi padre y mi madre trataron de alimentar y vestir a estos trabajadores. Durante las noches frias del invierno mi mama les daba mas frazadas y comida para que pudieran sobreponerse al frio.

Ser el hijo de un patron fue díficil para mi porque se esperaba mucho de mi. Yo era un joven curioso con instinctos políticos y quería que las cosas fueran diferentes para estos campesinos, que en realidad eran mi gente. El 17 de octubre de 1956, un relámpago mató a mi padre en Hereford, Tejas. El estaba enseñando a un grupo de braceros cómo excavar un alcantarillado. Cuando El murió, yo juré que jamás iba a ignorar este negocio de explotación humana, que no empieze donde yo estaba en este mundo, yo iba hablar sobre la lucha tenaz y dura de los trabajadores migrantes mexicanos y mexicanos –norteamericanos.

Yo he vivido en Vermont por más de quince años, y me he enterado de ciertas actitudes relacionadas con las discusiones sobre cómo resolver el problema de los campesinos mexicanos que trabajan en las granjas a través de este estado. Estas actitudes aunque son a menudamente proyectadas como liberales y progresistas en su tratamiento de diversos grupos étnicos, en realidad manifiestan una contradicción amarga al esconder la hipocresía que permea nuetras instituciones gubernamentales, sociales y educativas. Estas actitudes están vivitas y coleando no solo en Vermont pero en todo Estados Unidos. Solo vayan a las granjas que emplean a trabajadores mexicanos y fíjense como son tratados.

En un artículo sobre la deportación de trabajadores mexicanos en Vermont, Sam Hemmingway cita a un tal Mr. Buskey, administrador del Buró Agrícola de Vermont, De acuerdo a nuestro contacto con los agricultures entendemos que los trabajadores mexicanos son tratados aquí de una manera muy diferente a como son tratados en el resto de Nueva Inglaterra. Se puede acertar que es una realidad que cuando se ve a mexicanos al lado de la carretera están siendo recogidos para ser deportados. Buskey piensa “que tales incidentes tienen el potencial de sabotear una industria granjera que está luchando para sobrevivir.” El plantea que los mexicanos son trabajadores buenos que estan haciendo trabajos que los de Vermont no quieren hacer. ¿Entonces, porqué la policía estatal hostiga o busca detener trabajadores mexicanos para eventualmente deportarlos a México? No son las granjas las únicas afectadas en todo esto sino todas las personas en cada estado.

En junio del 2003 Ken Picard del periódico Seven Days, me pidio que lo acompañaraa unas granjas en las afueras de Burlington para servirle de traductor. Picard estaba interesado en entrevistar a unos trabajadores mexicanos en las granjas sobre cómo se sentian con las condiciones de trabajo en las granjas. Aunque se detalló mucho en el artículo sobre sus condiciones de trabajo a la vez se dejó mucho sin reportar por razones obvias. Muchos eran tímidos, otros temían represalias – yo comprendia lo que estaba pasando por haber conocido hombres como éstos en mi juventud. Yo podía ver el valor, y a la vez el orgullo penoso, grabado en sus caras morenas. Hablamos sobre muchas cosas, sus familias, la falta de tortillas frescas, su música mexicana, las mujeres de su Patria y todas esas cosas muy humanas para esos que viven en condiciones aisladas. Eventualmente comencé a trabajar con unos abogados para que ayudaran algunos de los trabajadores mexicanos a recibir sus cheques ya que algunos de los granjeros no se los habian entregado. Fue durante ese verano cálido que comence una organización que llamé La Alianza Campesina de Vermont. Se fundó para enseñarle inglés a los obreros agrícolas mexicanos y para aconsejarlos como llegar a una facilidad médica cuando estaban enfermos.

No empecé el idealismo de algunos de los miembros que se unieron para “salvar” a los trabajadores agrícolas mexicanos, la organización eventualmente falleció. No tuvieron la disciplina para seguir las reglas gobernando la entrada a los terrenos de los granjeros y ni pudieron acoplarse a las diferencias culturales entre ellos y los trabajadores mexicanos en las granjas. Un individuo sacó a un número de los trabajadores mexicanos de una granja; un policía estatal detuvo el automóbil, y uno o dos de los trabajadores mexicanos fueron interrogados, eventualmente deportados. No comprendieron la seriedad y disciplina que se necesitaba para trabajar con estos dos grupos, culturas diferentes – los dueños de las granjas y trabajadores mexicanos sin derechos ni voz.

Para ser justo, yo mismo era ingénuo sobre lo que iba y no iba a funcionar para despegar esta organización. Por ejemplo, mis intentos de animar a los trabajadores migrantes resultó en que la organización de negocios agrícolas le enviará una carta a los granjeros de Vermont acusándome de intentar de sindicalizar a los trabajadores mexicanos en sus granjas. Aunque yo, sin duda alguna, siento que los trabajadores migrantes mexicanos y los obreros de mexicanos en las granjas así como cualquier otro trabajador que no es de Estados Unidos que trabaja aquí tiene el derecho a sindicalizarse. Yo nunca he intentado tal cosa por que reconozco que un sindicato es como un ejército por que la gente tienen que estar dispuestos a luchar. Si los trabajadores migrantes mexicanos en los EEUU están descontentos con sus miserias de sueldo, sus horas excesivas de trabajo, viviendas inadecuadas y condiciones peligrosas de trabajo, y están cansados de no tener acceso a comidas saludables ni servicios médicos adecuados como los ciudadanos de este país. ¿Cómo no vamos a entender la necesidad que tienen de organizarse para sobrevivir?

Antes de la Guerra Mexicana – Norteamericana de 1846 hasta 1848 los mexicanos vivian libremente, antes de que el gobierno norteamericano los forzara a ceder sus terrenos, en el Suroeste que era parte de México, pero ahora son los estados de Tejas, Nuevo México, y Arizona. El pueblo mexicano ha conocido la pobreza extrema, pero también han tenido una gran revolución cuando derrocaron las dictaduras de Díaz y Huertas. Sus antepasados ya estaban aquí cuando llegaron los primeros anglo-europeos. Los mexicanos saben lo que es morir en su Patria por sus derechos inalienables. La tierra, el terreno de los trabajadores migrantes mexicanos y trabajadores mexicanos en las granjas no está en México solamente, pero aqui en Estados Unidos, que históricamente ha sido parte de su Patria también.

Cuando se trata de la inmigración todo el mundo parece estar interesado en el estatus de estos trabajadores migrantes – “¿Están aquí legalmente?” Este es un asunto que los granjeros estadounidenses y los agricultores se niegan a discutir. ¿Debemos estar preocupados sobre cómo los obreros mexicanos están siendo explotados? Se traen acá para trabajar duramente por sueldos bajos. Ellos no tienen seguro medico, beneficios de desempleo, u otros beneficios que reciben otros trabajadores.

Desde una perspectiva gerencial, seria beneficioso hacer esfuezos para que toda una industria hablara un solo idioma, haciendo la comunicación y la seguridad más sencillas. Deben hacerse los esfuerzos para enseñarle inglés a los obreros migrantes mexicanos, para ayudarlos asimilarse a la sociedad norteamericana como mi hermano elocuentemente señaló en un ensayo para una clase gerencial en Tulsa, Oklahoma. Entonces surge otro asunto serio. ¿Cómo debe ser tratado el trabajador migrante mexicano, que solo piensa estar aquí un tiempito en términos de su contrato de trabajo y qué clase de asistencia legal se le debe dar si decide quedarse en el país? ¿Qué idioma de legalidad le podemos imponer a estos extranjeros cuando les mandamos señales mixtas al permitir que trabajen sin tener su residencia?

Como podemos ver hay algunos que buscan soluciones serias y de sentido común a las luchas de los trabajadores mexicanos que viven con el temor de ser deportados, encarcelados o cosas peores por sus diferencias culturales o el color de su piel. ¿Cuáles son las soluciones democráticas que aseguran que los trabajadores mexicanos que vengan a trabajar a EEUU tengan los documentos legales que necesitan? Yo sostengo que el agricultor estadounidense no es el único que enfrenta la ruina económica sino también los obreros migrantes mexicanos que vienen a trabajar por lo que yo considero un sueldo justo.

Tiene que hacerse un trabajo fundamental, básico y pragmático que proteja la integridad de todos nosotros. No basta con tener una actitud humanista. Nuestros legisladorescongresistas y senadores en vez de hablar sobre el aislamiento y condiciones de trabajo pésimas de estos trabajadores mexicanos tienen que tomar acciones concretas. El pueblo norteamericano, los estudiantes, los trabajadores, los organizadores sindicales, y los agricultores de este estado tienen que responder directamente por este problema.

Creo que es necesario crear organizaciones en todos los estados que se encarguen de que los trabajadores migrantes mexicanos tengan acceso pleno a los pueblos y ciudades, y a la vez, los documentos necesarios para vivir y trabajar en ese estado. No podemos solo confiar en las agendas políticas de nuestros senadores y congresistas.

Es prudente y sabio señalarle al Sindicato de Trabajadores Agrícolas Unidos que ellos tienen la responsibilidad de ayudar a los trabajadores migrantes mexicanos a tener un mayor acceso a sueldos justos y beneficios médicos y de vivienda. Finalmente creo los ciudadanos estadounidenses deben dejarle saber a los oficiales de los consulados y las misiones diplomáticas mexicanas en los EEUU que es su responsibilidad también desarrollar programas que protejan la seguridad de los obreros migrantes mexicanos. Se debe responsibilizar no solo al gobierno norteamericano pero al mexicano también por la seguridad y bienestar de estos trabajadores en las granjas y fincas, para así asegurar que estos productos lácteos y agrícolas lleguen a los mercados, y eventualmente, a nuestros hogares.o